viernes, 13 de marzo de 2009

La mudanza de Irene

Ayer ayudamos a Irene a hacer su mudanza. Pero la narración empieza mucho antes: concretamente ayer mismo por la tarde, cuando Irene alquiló la furgoneta para hacer la susodicha mudanza. Decidimos, ya que la teníamos, ir a Roskilde a pagar, yo Korallen y ella el depósito de su nuevo piso. Junto con David, forjamos un diabólico plan para aprovechar estas transacciones bancarias para conseguir un chocolate caliente gratis. Así pues, acompañamos primero a Irene a su banco (el Danske Bank). Luego fuimos a mi banco (el Sparekassen Sjæland) a pagar Korallen. Mientras yo lo hacía, David nos preparaba un chocolatito caliente a cada uno, porque en esa sucursal hay una máquina de uso gratuito. Fuimos tomándonos el chocolatito bajo la lluvia hasta otro banco, el Jyske Bank, porque Irene había tenido problemas en el primer banco. Una vez en este banco, descubrimos que también había un aparato de chocolate. Apuré a toda prisa el que había adquirido en el Sparekassen Sjæland y fui a la máquina. Víctima del consumismo, elegí un chococcino, es decir, mezcla de chocolate y capuccino, por experimentar. Resultó estar malísimo, pero para cuando me di cuenta ya estábamos en la furgoneta camino a Korallen.
Tras mucho esperar, y bajo un aguanieve incómodo, cargamos el mueblamen en la furgoneta y emprendimos la marcha hacia København. María y Fer iban en el maletero, sentados en sendos sofases. Delante íbamos David, Irene y yo, que hacía las veces de copiloto.
No sin incidentes, indiqué a Irene el camino a Jægersborggade, su nueva calle, justo al lado del cementerio donde están enterrado Hans Christian Andersen y muchos otros.
Llegamos sobre las nueve. Empezamos a subir los muebles. No sé si he mencionado que era un quinto piso y no había ascensor. Una cama, una estantería, dos sillones, una cajonerita y una mesa de escritorio fueron elevados no sin esfuerzo hasta el mismísimo ático del inmueble. Saludamos cordialmente al arrendador, y bajamos.
Volvimos a la furgoneta, repitiendo la misma disposición que la anterior (bueno, ahora sin sofás para Fer y María, que hubieron de sentir en sus carnes el frío suelo metálico de la furgoneta). En mi empeño por guiar a Irene hasta Christiania me perdí un par de veces en pleno centro de Copenhague. No obstante, llegamos a Christiania sobre las once, a buena hora para tomarse un falafel y un zumo de manzana. El lugar elegido fue el Woodstock, un garito frecuentado por los personajes más peculiares de la zona. Tuvimos un encuentro breve y muy intenso con una mujer inuit que nos hizo una danza mística. Luego conocimos a dos afganos y un libanés, quedando demostrada la interculturalidad del lugar.
Nos marchamos, y a la vuelta fuimos Fer y yo detrás, ciertamente incómodos, sobre todo porque era difícil ver la carretera a través de una minúscula rejilla, y más aún hacer entender las indicaciones a través de una placa metálica.
Llegamos sanos y salvos al Coral (Irene también se vino, para pasar su última noche en esta residencia de locos). Vimos “el Sentido de la Vida”, riendonos mucho, y luego a dormir la mona.

4 comentarios:

Eleuterio Sánchez dijo...

Joer, Rixal, esto del blog cada bez se parece más a un diario privado, de esos que se meten en el cajón de la mesiya.
Algo habrá que hacer para que no languidezca el asunto.
Supongo que a estas alturas habrás localizado ya alojamiento para la familia. Procura que no haya sangre en las sábanas, iyo, más que nada por aquello de quedar bien y tal.

Anónimo dijo...

Yo creo que le gusto.

Anónimo dijo...

a la inuit. vamos.
amahama ahmmmm amahama ahmmm.

Miguel dijo...

asereje ja de je, amajamaa mi mojama esta mas tiesa que mi cama.....??????¿?¿?¿