jueves, 26 de febrero de 2009

Días amargos y dulces

Esta semana venía siendo bastante triste. Carlos y Kepa se van mañana, y la pesadumbre se ha apoderado de todo Trekroner. Además, el clima se está volviendo caótico (lluvia y sol, frío y calor), y se nota en el aire la proximidad de la primavera en forma de astenia. Y, aparte, estoy tristecillo por otros motivos que se los dejo a mi libretita. Ayer, sin embargo, pasó algo que cambió el rumbo de los acontecimientos. Sigue y seguirá habiendo tristeza, pero por lo menos la monotonía se nos ha roto inesperadamente.
Aunque no tenga conexión alguna con esto, empiezo por el martes. Amaneció despejado y sin una brizna de viento. Comí en la cantina y fui a Copenhague a darme un paseo. Fui a un barrio que se llama Vanløse. Hay un lago muy bonito, que todavía estaba helado, y un senderillo que lo bordea entero. Cuando lo terminé de rodear, y ciertamente reconfortado tras la marcha, fui al centro a mirar el aspecto del hotel que voy a reservar para abril. Luego estuve en Christiania con algunos amiguillos tomando un chocolate caliente y jugando al futbolín. Caminamos por el lago y por las casas de los cristianitas, y luego volvimos a Korallen, donde jugamos una partida de póker que estuve a punto de ganar. Este día cogí nueve trenes.
El día de ayer transcurrió de manera soporífera. Por la noche saldríamos en Copenhague, ya que era la última de Carlos y Kepa. Yo no tenía demasiadas ganas, la verdad. Me eché una siesta y, sobre las siete, me despertó alguien llamando a la puerta. Era Dalia. Estuvimos charlando un ratito en el pasillo, y Eva me llamó desde su cuarto para que le arreglara algo en el ordenador. Entré, y había mucha gente. Me acerqué a ayudarla, y entonces, encontrándome desprevenido, me tiraron a la cama con la intención de hacerme un bollo. Lo del bollo es algo que está a la orden del día en Korallen, como lo de reventar habitaciones. Consiste en tirar a alguien a la cama y tirarse todo el mundo encima, formando una montaña humana sobre el desdichado. El caso es que me tiraron a la cama, donde había un revoltijo de sábanas. En pleno bollo ese revoltijo cobró vida, y es que había alguien dentro: Michele.
La alegría fue inmensa. Le hicimos la broma del bollo a dos o tres más que tampoco sabían que Michele estaba aquí. La tarde había dado un vuelco. Me entraron unas ganas enormes de ir a Copenhague.
Salimos, pues. Yo perdí dos trenes porque Pasquale, alma triste, no se decidió hasta el último momento. Fuimos todo el viaje discutiendo sobre quienes eran más bárbaros, los romanos o los bárbaros.
La noche fue como todos los miércoles en Copenhague: se pasa frío en la puerta del Studenterhuset (un bar asfixiante lleno de erasmus) y luego, sin ni siquiera entrar, nos vamos al Moose, que es un poco más acogedor. Me lo pasé increíblemente bien. Volví a Trekroner en el tren de las 5.53. Me comí una pizza con Fer y, ya amaneciendo, me fui a dormir.

Michele se va mañana a Madrid con Carlos y Kepa. Habrá un punto de inflexión importante. El domingo que viene voy a Berlín. Otra gente se va a Oslo, París o Uppsala. Trekroner se vaciará. Cuando volvamos, Rocío e Irene se habrán mudado a Copenhague. Sin duda, las cosas van a cambiar mucho; sólo queda esperar que, pase lo que pase, la paz y la alegría sigan reinando en Korallen.
Ahora hay una comida todos juntos. Las emociones son dulces y a la vez amargas. Voy a preparar oootra tarta de limón.

lunes, 23 de febrero de 2009

Enfado roskildiano

Acabo de llegar de un Roskilde despejado, frío y sin nieve. Me desperté, continué un poco mi trabajo en El Mapa (?... algún día lo sabréis...), comí en la cantina con Pasquale y luego nos fuimos al futbolín de mi departamento. Allí estuvimos hasta que un señor nos dijo que nos fuéramos, que hacíamos mucho ruido y tenía que hablar por teléfono. Cogí la bici de Fer (la mía sigue en Copenhague, pero no en el mismo sitio: ayer la cogí para ir en bici de Østerport a Christiania, a la jam session... oye, creo que he perdido el hilo, ah sí, cogí la bici de Fer) y fui a Roskilde. Mi intención era comprar cinco billetes de tren Copenhague-Estocolmo para el 8 de abril, y uno Estocolmo-Copenhague para el 12). Había una pareja de amables daneses en la caja, así que esperé. Pasaron veinte minutos y yo aún no había borrado mi sonrisa cordial. A las cuarenta minutos mi sonrisa cordial había desaparecido. Ya me sabía de memoria los folletos de viajes a Groenlandia, Noruega, Tailandia y la Antártida. A los cincuenta minutos se pone un señor a la cola. Bueno, primero se me coló, pero yo se indiqué, sin sonrisa ni amabilidad. Diez minutos después, el danés mira a su reloj y me comenta – en danés primero y luego en inglés – que la pareja dichosa llevaba los diez minutos preguntándole lo mismo al del mostrador.
Cogí mi chaquetón y me piré a modo de protesta pacífica. Paseé un poco por Roskilde. Había bastante gente en la calle peatonal, y han quitado el andamiaje de la catedral, que lleva tapándole toda una fachada desde que llegué. Bajé al puerto, donde el agua sigue congelada en algunas partes, a pesar de que la temperatura ha subido. Me comí un perrito caliente para apaciguar mi furia. Ahora he vuelto a Korallen, y me dispongo a hacer, una vez más, la tarta de limón y Cremefraîche (nombre del ingrediente sustitutivo de la leche condensada).
Respecto al fin de semana, poco hay que contar. El viernes, después de la presentación de nuestras campañas de comunicación, hubo una fiestecilla muy danesa en la cantina, con piñata y todo (a lo vikingo, o sea, a palazos con un barril de madera a ver quién lo revienta); y luego escuchamos a Françoise, una chica francesa monísima, tocar el piano.
Como ya os dejé intuir antes, ayer fui a la jam session en Christiania.Fue genial, como siempre, pero estaba demasido abarrotada. Estuve cantando, aplaudiendo, y levantando la luz de mi bici a falta de mechero.
Bueno, os dejo. Esta noche va a ser interesante: en primer lugar, tendrán lugar tres fiestas simultáneas (cumpleaños de Aga, fiesta temática de los 80, y la Last Monday Party of Carlos and Kepa) que probablemente acabarán confluyendo en un solo y monstruoso evento; si a esto le sumamos que un chico de la segunda planta ha dicho que llamará a la policía si se nos ocurre hacer una fiesta más... puede que el próximo post sea muy entretenido.

viernes, 20 de febrero de 2009

La presentación de nuestra campaña

Hola. Hace mucho tiempo que no os cuento nada, y ni m'acuerdo de la última vez que os conté algo relacionado con el mundo académico. Ahora estoy en un descanso en una de las cocinas de mi departamento, y os voy a contar lo que está pasando en el vestíbulo.

Durante las tres últimas semanas hemos tenido una asignatura en la que, por grupos, hemos hecho una campaña publicitaria. La nuestra era para evitar el enviciamiento al internet (como fuji con el tuenti, por ejemplo). Hay que buscar un emisor para el mensaje (el ministerio de sanidad de Dinamarca), hay que diseñar pósters, decidir dónde ponerlos, averiguar cuánto cuesta...
Hoy es el día que se presentan las campañas al resto de la gente. No sólo nuestra clase, sino también los alumnos de la misma asignatura en danés tienen que hacerlo. La presentación consiste en ir al vestíbulo de la facultad, buscarse un rinconcillo y hacer un stand, o sea, poner una mesita, colgar carteles explicativos, un cuadernito con datos, etcétera. Si se tiene biombo, mejor; y también se admiten cafeteras y pasteles. Hay grupos que se lo trabajan más y grupos que se lo trabajan menos. Los daneses han hecho cosas muy buenas (lo malo es que está todo en danés, esa lengua incomprensible y hostil). Eel que más me gusta es un grupo que ha hecho un folleto sobre la Ruta Artística en RUC, con un caminito por las diferentes piezas artísticas que hay por el campus.
Dentro de un rato llegarán las profesoras. Entonces evaluarán cada campaña; pero no sólo ellas: los demás alumnos tenemos que pasar por los stands de los demás, hacer preguntas, etcétera; a ver cómo salen del paso los otros.
En mi opinión, es una idea genial. La gente está super motivada, imprimiendo papeles, pegando pósters, bebiendo café gratis, escaqueándose de vez en cuando, como yo ahora. Nuestro stand es cutrecillo, pero cumple los requisitos mínimos. Qué paradoja, que nuestra campaña sea por un uso moderado del internet, y que aquí esté yo, dejando mi vida social de lado para contar cosas a unos lectores que luego me desprecian y boicotean.
No quiero acabar sin hablar un poco del vestíbulo. Tiene tres plantas de alto y unos pasillos que cuelgan en el vacío. Tiene una escalera de madera que traza una curva. También hay unos cubículos que sirven como áreas de estudio. Las paredes son blancas, y las que dan al exterior son enormes cristaleras (afuera todo también es blanco: hay un palmo de nieve cubriendo Dinamarca). Hay un par de macetas con árboles. En medio de todo hay una escultura de madera que se llama Platform y que es muy interesante. Es como un ovni extraño que se puede escalar, y sirve para que la gente se reúna dentro. Nunca nadie se reúne, pero es curioso. Ahora, sí, acabo.

domingo, 15 de febrero de 2009

Crónica de una fiesta

Cuando ayer me desperté y salí al pasillo me encontré un panorama desolador. Estaba lleno de suciedad. Fui hasta la cocina, apartando con los pies decenas de latas vacías y trozos de cartón, y con cuidado de no resbalarme con la fina capa fangosa que cubría el suelo. La cocina parecía un campo de batalla: botellas rotas, vasos, trozos de cartón, tela, madera, globos, una silla hecha pedazos... la P-Party había sido todo un éxito, al parecer.

Volvamos varias horas atrás. La idea de la P-Party era una fiesta de disfraces en la que había que ir de algo que empezase por la letra P. La cocina se adornó con globos, velas y letras P en las ventanas. Sobre las once empezó a llegar gente. La calidad de los disfraces era más que notable. Había, por ejemplo, tres curas (priest), con sus sotanas y sus copas de vino. Josema, crucifijo en mano, me confesó repetidas veces de mis pecados. Yo iba de pijama. Era el disfraz más cómodo de todos. Una chica me dejó su bata para darle más credibilidad; la bata acabó asquerosa, y he tenido que lavarla a mano para no destrozarla. Ahora está secándose en el secatoallas de mi cuarto de baño.
Había muchos punkis con crestas, enseñas anarquistas y pantalones pegados. Los españoles punkis (Carlos, Kepa y David) entraron en la habitación de Fer para reventársela. Hablamos de reventar una habitación cuando se entra aleatoriamente en una habitación y se pone todo patas arriba (cama volteada, sillas tiradas, ropa esparcida por el suelo...; a veces incluso se vierte agua por el suelo, para dificultar la labor de limpieza del desgraciado/a). Es una práctica común en las fiestas de Korallen; a más cuartos reventados, más calidad de la fiesta.
Fer, a propósito, iba de embarazada (pregnant), con la barriga redondeada, un camisón y maquillaje. Ayer todavía se le notaba la sombra de ojos.

Las niñas españolas iban de predator. Predator es un ente abstracto que ataca a algunas personas por la noche y se las lleva a lugares desconocidos; la persona en cuestión no vuelve a dar señales de vida hasta el día siguiente. El disfraz de predator es un vestido negro con un corazón de cartulina roja en el pecho. Irene y Rocío se fueron las últimas a la cama, tras reventarle la habitación a Jan (mi nuevo vecino, que iba vestido de plástico, y que el pobre se quedaría perplejo al ver su cuarto destruído) y de casi desnudar a Sam (otro chico nuevo).
Pasquale iba del Fantasma de la Ópera (Phantom of the Opera). Las dos niñas italianas iban una de pantera y otra de pitonisa. Como no tenía una bola transparente, iba leyéndole el futuro a la gente en un pomelo.
Varias niñas nuevas iban de pirata, Ozan de poeta, Marianne de animadora (pumpum-girl), José K de contraseña (password, con un teclado en la barriga), Julia de Pippi Calzaslargas, Noémie de pigmea, Vianney de pizza, Colin de cerdo (pig), Sandra de Pocahontas, Nicola de oso panda y Hugo de hombre pobre, con un colchón al hombro y un vaso para las limosnas. Markus iba de príncipe de Persia y Tom de proxeneta. Niclette, una chica belga graciosísima, iba de hippie. Le dije que eso no empezaba por P y me dijo que ya lo sabía, pero que no le importaba. Ole tu arte.

- DOS PREDATOR, POCAHONTAS, FER EMBARAZADO, Y LA PIGMEA -

Como digo, muchos disfraces para una fiesta muy entretenida, de las que se recordarán por mucho tiempo. Yo me fui a la cama relativamente pronto, y no llegué a ver el proceso en que la cocina, otrora limpia, acabó convertida en un vertedero. Me han contado que se sacaron las mangueras, que hubo caídas para todos (yo incluído, que me caí de culo porque el suelo resbalaba mucho) y que se prepararon unos espaguetis al amanecer. La P-Party, como digo, fue todo un éxito.

p.d. Para vuestra tranquilidad, el sábado a mediodía se barrió y fregó todo, y ahora tanto la cocina como el pasillo vuelven a estar como los chorros del oro (aproximadamente).

viernes, 13 de febrero de 2009

Tensión en Christiania

[Esto lo escribí a las tres de la tarde, pero lo publico a las ocho porque sí.]
La primavera la sangre altera. Y no es que en un salto temporal me haya desplazado un mes al futuro; es que llevamos tres días con un sol radiante en el cielo, y también, al derretirse poco a poco, la nieve deja ver el césped verde. Estas circunstancias hacen que mi sangre se altere y empiece a notar una incipiente astenia primaveral.
Estoy en una cocina de la facultad. Acabo de terminar una reunión con mi grupo de trabajo. Somos: dos chicas danesas, Willy (un brasileño que vive cerca de Korallen y que le caería especialmente bien a Celia), un turco de pocas palabras y yo. Estamos haciendo una campaña de comunicación para que la gente no esté tan enviciada con el internet y socialice más. Tenemos que terminarla para el jueves que viene, que es cuando cada grupo presenta la campaña al resto de la clase. A ver qué tal.
Ayer Irene y yo acompañamos a Rocío a visitar su nuevo piso en Copenhague. Después, al anochecer, fuimos a tomarnos algo a Christiania, y nos encontramos con un percal cuanto menos curioso. Muchos de los puestecillos de la plaza principal estaban cerrados a cal y canto, cosa extrañísima, y había mucha gente sin hacer nada. La multitud se arremolinaba en torno a las hogueras, como esperando algo, todo un poco siniestro. Nos compramos una galleta de chocolate y le preguntamos al tendero que qué pasaba, y nos dijo que había entrado la poli. En ese momento los vimos. Eran un montón de policías, vestidos con trajes de seguridad y cascos, y llevando cachiporras y pistolas. Iban andando parsimoniosamente por la calle, y toda la multitud iba andando a la vez que ellos, en la misma dirección, a la misma velocidad, en silencio y con las manos en los bolsillos. Fue una escena muy impresionante.
De camino al bar donde teníamos pensado comernos la galleta con un chocolate caliente, vimos que desde un punto determinado lanzaban dos fuegos artificiales; ¿una señal a la población cristianita de que la poli se había marchado? Ni idea, pero parece bastante probable.
Fuimos a dos bares: el Månefiskeren (el Pescador de la Luna), que tiene una luna enorme dibujada en el techo y un cohete de Tintín dirigiéndose a ella; y el lúgubre Woodstock, donde conocí a un viejo groenlandés borracho que hablaba nueve idiomas (holandés, francés, alemán, inglés, y, agarraos, danés, sueco, noruego, groenlandés y feroés) y que me dijo que cuando Groenlandia fuese independiente comprarían el territorio danés gracias a sus recursos naturales, y que entonces el territorio sería el mismo, pero con otro nombre.
Tras esta diserción nacionalista nos fuimos a Trekroner. Asistimos a una fiestecilla bastante animada en un café en los bajos del Trekroner Kollegiet, donde estuve jugando al futbolín todo el rato. Luego la fiesta se trasladó a Korallen, pero al rato me fui a dormir.
A las 4 de la mañana saltó la alarma de incendios, y yo, en mi estado de adormecimiento y semiinconsciencia, desactivé el despertador. A causa de esto, esta mañana me desperté más tarde de la cuenta, y llegué tarde al group meeting.
Qué bonita es Dinamarca en primavera. Y eso que todavía es invierno.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Gumito: sábado y domingo

Como pasa en LOST, he vuelto al pasado. Pero yo no es que me haya quedado atrapado en una isla y que Ben le haya dado vueltas a una rueda; es que estoy escribiendo desde la biblioteca, como en los viejos tiempos. Si a las dos de la tarde sigue nevando, habrá estado nevando ininterrumpidamente durante 24 horas. Todo esta blanquísimo.
Os preguntaréis qué hicimos Gumer y yo en sus últimos días en Dinamarca, o quizás os la repampinfle, en cuyo caso dejad de leer, malditos.
El sábado fuimos a Malmö. Caía una llovizna insoportable, y había una espesa bruma. Sin coronas suecas en los bolsillos nos dimos un paseo por el casco antiguo, que, a propósito, estaba lleno de gente. Entramos a comer al mismo sitio donde la primera vez, pero salimos escopetados por dos razones: 1) al ser fin de semana no servían el menú de los siete euros, sino que todo era más caro; 2) aceptaban euros, pero nos avisaron de que no hacían el cambio, o sea, si un plato de garbanzos costaba 80 coronas nos cobrarían 80 euros, los muy desgraciados.
Seguimos paseando bajo la lluvia. Sacamos dinero en un centro comercial y comimos en una pizzería. El cuarto de baño era un claro ejemplo de lo que les gusta a los nórdicos el diseño refinado y elegante, todo muy de porcelana y formas estrambóticas.
Paseamos por un parque y fuimos al Turning Torso, que sigue torcido. Volví a intentar entrar en vano, echamos muchas fotos, y volvimos a Roskilde hastiados de tanta lluvia. Allí se nos propuso una fiesta loca en Copenhague, plan que deshechamos a cambio de una agradable conversación en la siniestra habitación de María.
El domingo amaneció soleado por primera vez en tres semanas. Por la mañana Gumer hizo las maletas y cogimos el tren a Copenhague. Fuimos al aeropuerto a dejar el maletón en la consigna (cuarenta coronacas), y luego nos dimos un paseo por Kastrup. Kastrup es el pueblecillo al sur de Copenhague, en la isla de Amager, donde está el aeropuerto (de hecho, el aeropuerto se llamaba antaño Kastrup Airport). Pueblecillo muy apacible, con puerto deportivo y una playa muy larga. En el horizonte se veían el Turning Torso y el megapuente.
Recorrimos entero el paseo marítimo, con un frío que pelaba. Paramos a ver una estructura de madera levantada en el agua que en verano se usa para que los niños jueguen, y que tiene pinta de ser muy entretenida. Al final del paseo yo ya me había comido un paquete entero de pistachos. Cogimos el metro hasta el centro, donde paseamos un poco por los lagos; y luego fuimos a Christiania a la jam session.
Fue genial y larguísima. El pianista fue el último, con canciones que le ponían a uno la piel de gallina.
Acabó a la una de la noche, y fuimos a la estación de metro, donde Gumer tiraría para el aeropuerto – su avión salía a las 6 de la mañana – y yo para Roskilde. Entonces, sorpresa: el metro no estaba operativo. Estuvo a punto de cundir el pánico, pero controlamos la situación: fuimos andando al centro, y en la estación de Nørreport nos separamos: Gumer cogió a las dos un tren hacia el aeropuerto, y yo mi tren hasta Trekroner.
Espero que Gumito pasara unos buenos días en Dinamarca. Charlamos mucho, y a pesar del clima vimos muchos edificios impresionantes. Estuvo malillo un par de días, porque el pobre, siendo alérgico, se metió en la boca del lobo: mi habitación en Korallen.
Y ahora, la vida sigue. He de seguir estudiando. Y sigue nevando; aún lo veo todo blanco.

lunes, 9 de febrero de 2009

La Ruta Arquitectónica en Copenhague

El viernes, día gris y lloviznoso como tantos, Gumer y yo hicimos la Ruta Arquitectónica. Lo mejor de Copenhague – o casi – es que tiene mucha variedad de edificios: desde muy antiguos hasta ultramodernos. La Ruta Arquitectónica se centró en los modernos, como adivinaría cualquiera que nos conozca. Gumer tiene un librito que nos sirvió de guía.
Los edificios se concentran en una zona deshabitada y un poco siniestra que se llama Ørestad, en la isla Amager. Fuimos en metro hasta allí, y vimos en primer lugar el edificio Mountain Dwelings. Tiene forma de montaña, cortado en seco por un lado y escalonado por el otro. Por dentro (porque nos colamos en el parking) cada planta está pintada de un color distinto, y con tanta columna, tanta rampa y tanto pasillo, es un auténtico laberinto. El lado escalonado está hecho de madera, cada apartamento con su terracita y su cristalera en el salón.

- JUEGO: BUSCA A GUMITO -

Justo al lado está el 230 Dwellings, un edificio que dibuja una V en el suelo, y cuyos balcones puntiagudos sobresalen en todas las direcciones, como si fueran los dientes de un tiburón.
Seguimos andando entre solares de obra y céspedes embarados. Todo a nuestro alrededor eran edificios muy modernos, mucho cristal, hormigón y acero. Uno de ellos tenía desprotegida la escalerilla de incendios, y empezamos a subir. A medio camino nos viene un danés y nos pregunta si vivimos allí. Adoptamos una postura humilde y le decimos que somos estudiantes de arquitectura y que nuestra única intención es echar fotos. El danés, amable, nos deja hacer, e incluso nos recomienda un ángulo desde el que se ve una buena vista.

Después de este edificio (en una de cuyas ventanas, a propósito, vimos una bandera española), nos metimos en un centro de comercial enorme (el segundo más grande de Escandinavia) para comer un kebab. A la salida está el Ferring, un edificio altísimo y negro.
Cogimos el metro hasta la última parada, Vestamager, donde, sin salir de la estación, echamos un par de fotos a los superedificios en construcción, con las grúas fantasmagóricas asomando entre la bruma.
Cogemos de nuevo el metro hasta la Universidad de Copenhague, también en Ørestad. La Universidad es un espectáculo: edificios impresionantes, canales y puentes por doquier; y en medio las vías del metro sobre pilares altísimos.
Nos intentamos colar primero en el edificio DR Byen, pero hacía falta identificación para ello, lo cual es una pena porque tenía muy buena pinta. Sin desfallecer, nos fuimos al siguiente: la Facultad de Tecnologías de la Información (ITU), que sí es de libre acceso.
Desde fuera no era muy llamativo, un cubo y yastá. Pero cuando entramos, nos encontramos un vestíbulo enorme en el que las clases están “colgando” a distintas alturas, como si fueran cajones en una cajonera abiertos al azar (la comparación no es mía, sino del librito de Gumer). Todo muy blanco y transparente, con fotos de artistas y científicos en los pasillos, luces animadas que hacían formas psicodélicas, ascensores, futbolines...
Subimos a la planta más alta y, al lado del aula Pablo Picasso, nos servimos un café en la cocinita correspondiente.

A la salida de la ITU, más edificios: el Tietgenkollegiet, una residencia de estudiantes con 400 habitaciones, que tiene forma circular con un patio en medio. Como un Korallen a lo bestia. Subimos a las plantas altas para ver mejor el patio central, y dejamos nuestra mente divagar sobre cómo serán las fiestas allí. ¿Tendrán Monday Partys? ¿Sacarán las mangueras? ¿Les dirá el janitor que limpien las cocinas?
Seguimos paseando por la zona universitaria, vimos un par de residencias y de canales más; y luego fuimos en metro a nuestro siguiente punto de interés: la Copenhaguen Business School, en Frederiksberg, de la cual ya hablé hace un par de posts. El edificio en sí también es muy impresionante, con un atrio circular y naranja, ascensores de cristal en medio, y una escalera de caracol. Había preparado un cátering para una conferencia, pero nos pudo la cobardía y nos fuimos con el estómago vacío.
A estas horas ya era noche cerrada, y decidimos dar por acabada la Ruta Arquitectónica. Volvimos andando hasta el centro (en los parques circundantes a la Copenhaguen Business School descubrimos, sorprendidos, que hay escondidos altavoces que emiten sonidos de pájaros), nos tomamos el batido de chocolate más caro del mundo, y luego vuelta a Korallen, a dormir la mona.

domingo, 8 de febrero de 2009

Gumito: de lunes a jueves

El lunes pasado, después de clase, fui al aeropuerto a recoger a Gumer, que de otra manera se habría encontrado desvalido en este país hostil y frío. Nos fuimos a Korallen, y desde el primer momento quedó claro que en mi habitación reinaría el desorden y la suciedad.
Dimos un paseo por la universidad, donde jugamos un par de futbolines y le enseñé el sistema de gratituidad de los cafecitos. De nuevo en la residencia nos esperaba una Monday Party bastante desastrosa.
El martes por la mañana nos despertamos temprano y fuimos a Copenhague, donde hicimos una ruta turística. Hacía mucho frío y viento y el cielo estaba encapotado, quién lo desencapotará. La ruta fue la siguiente: sirenita, perrito caliente (el desayuno), palacio real con cambio de guardia incluído, catedral de mármol, la ópera grande, un coche aparcado a pocos centímetros de un abismo, la ópera chica, las casas de colores (Nyhavn, antaño barrio de mala muerte), la plaza real con su pista de hielo, el parlamento, una casa torcida en Christianshavn, almuerzo vegetariano en la Ciudad Libre de Christiania, paseo por las apacibles calles Cristianitas, edificios de oficinas de cristal y acero, Diamante Negro, magdalena de frambuesa rapiñada del cátering de una conferencia, Strøget, plaza del ayuntamiento, y por último la estación central; un tren nos llevó a Korallen, donde caímos rendidos.

- GUMERCITO Y LA CATEDRAL DE MÁRMOL -

Al día siguiente estuve toda la mañana en clase; y Gumer se fue por su cuenta y riesgo a Copenhague. Mi clase transcurrió sin contratiempos, y Gumer llegó a las tres de la tarde incubando una pulmonía. El clima era realmente malo. La tarde se escurrió entre nuestras manos, llegó la noche y luego de nuevo el día: jueves.
Fuimos a Roskilde dando un agradable paseo. En el camino se ven muchas guarderías y colegios, y hay un árbol donde los niños que deciden dejar el chupete los cuelgan en sus ramas, lo que constituye una visión entre dulce y siniestra.
Fuimos a la calle peatonal, donde fui al banco a pagar mi residencia. Allí hay para los clientes una máquina de cafés y chocolates gratis, y nos agenciamos sendas bebidas. Seguimos andando, nos tomamos otro batido en el Gimle, y bajamos al fiordo a ver el paisaje. Había una bruma espesa que nos impedía ver la otra orilla. Esto, junto con los patos andando sobre las aguas heladas y la orilla llena de algas muertas, constituía otra visión bastante apocalíptica.
Volvimos a Korallen. Después de cenar asistimos a una fiesta en otra residencia. La fiesta acabó muy temprano, y parecía que continauría en una forma espectacular en Korallen, mas no fue así. Ante este desolador panorama, nos acostamos.
En resumen, estos días están siendo días de mucho picar el billete y pocas visitas de los revisores, lo cual me llena de ira y desconcierto. Son días de ajetreo, siestas a deshora, suciedad en la habitación y conversaciones en las que recordamos a nuestros amigos del Almadraba.
En el siguiente post contaré la Ruta Arquitectónica del viernes, y la visita a Malmö ayer. Ahora me voy a Copenhague, a la jam.

viernes, 6 de febrero de 2009

Popurrí roskildiano

Hola. Sé que llevo mucho tiempo sin escribir, y noto en los comentarios cierto resquemor y animosidad hacia mi persona. Perdonadme, pero es que el tiempo lleva un ritmo frenético, y muchas veces, con tantas clases, no me da tiempo a sentarme a escribir.
Voy a decir algunas cosas interesantes que han pasado en las últimas dos semanas. Concurso de tortillas de patata (¿o es patatas?) entre Carlos y Paula, que ganó Paula entre una gran polémica (robo de sartenes, ayuda desde el público). Visita a Hillerød y a su castillo, precioso. Todo muy historiado, los suelos, los tapices, los muebles, los jardines. Dentro del castillo fui a abrir una ventana y saltó la alarma, momento desde el cual el guarda no me quitó ojo. En una exposición de cuadros había uno de Lars von Trier, un poco feíllo a decir verdad (era una cara blanca con los ojos azules y saliéndole una gota de sangre de la boca). En el lago alrededor del castillo un pato bomba hizo explosión con gran estruendo.
Estos días se va notando que hay más horas de luz, pero el clima está siendo malísimo. Viento, frío, niebla, lluvia, nieve. Una noche salí de marcha en Copenhague. Fuimos a un pub muy agradable, idóneo para conocer personajes peculiares y un poco borrachos. También he vuelto a ir a la jam session de Christiania un par de veces. Algún día escribiré un post sólo de las jam sessions y sus personajes, pero adelanto que el pianista es particularmente bueno y que el otro día entablé conversación con él mientras hacíamos cola para entrar en el baño.
Otro día fui andando por Frederiksberg, un barrio de clase alta en Copenhague. Vi edificios y parques señoriales y silenciosos, y luego una facultad de la Universidad de Copenhague que está allí (la de económicas, la Copenjeiguen Bisnes Escúl). Hablando de universidades, hace una semana empecé las clases de nuevo. Estudiaré sobre los medios de comunicación impresos. La dan dos profesoras guapitas y apañadas, en una clase muy pequeña para tanta gente, todos apiñados con los chaquetones, las mochilas, los portátiles, las tazas de café. La vuelta a los estudios no ha sido traumática porque, admitámsolo, el ritmo en RUC es relajado. A propósito, en la entrada principal ya han quitado las letras “scenter” de “Roskilde universitetscenter”. Menos RUC y más RU, a secas.
Y la vida en Korallen sigue. Rocío busca piso en Copenhague. El otro día salió ardiendo la residencia de al lado. Vamos conociendo a las compañeras nuevas poco a poco (lo pongo en femenino por su abrumadora y agradable mayoría). Se celebró un cumpleaños a una niña, y al llegar el momento crucial de “happy birthday dear...”, descubrimos que no nos sabíamos su nombre. Ahora casi todos los españoles se han ido a Jutlandia, a conocer la península y su vida nocturna. Ahora Pasquale me espera para cenar, y luego veré a Dalia un ratito.
Y Gumer lleva aquí una semana. Pero ese es otro post y lo dejo para otra ocasión, que m'excedo.
Vuelto a la regularidad bloguera. Y muchas gracias a los incansables lectores que habéis estado al pie del cañón cuando yo no estaba allí.