lunes, 29 de junio de 2009

El primer turno de trabajo

El Festival de Roskilde es un evento anual en el que cien mil personas pagan doscientos cincuenta euros para acampar en una explanada gigantesca, emborracharse como cubas y de paso escuchar algún que otro conciertillo. La enjundia del festival no se encuentra, pues, en los escenarios, sino en las zonas de acampada. Lo que es el festival de música no empieza hasta el día 2. Ahora hay lo que se llama el calentamiento. Y ahí, en el núcleo de este vórtice de locura, es donde anoche trabajé yo.

23.00 a 0.00. La zona de acampada se divide en sectores: A, B, C... En cada sector hay una plaza o ágora, donde estan los servicios, las barbacoas y una torre de vigilancia. Los desgraciados del turno de noche comos convocados en el ágora M. Nuestro jefe, un chaval llamado Stephen, nos divide en parejas y encomienda a cada pareja la vigilancia de un subsector dentro del sector M. Mi compañera es Aiga, una chica letona silenciosa y muy bella. Cada pareja va equipada con un extintor, una linterna y un walkitalki.
0.00 a 1.00. Sin novedades. Nuestra principal misión es apagar cualquier tipo de fuego, a excepción de los extremos incandescentes de cigarros y porros. La gente tiene bien aprendida la lección, y todos iluminan sus chiringuitos con linternas eléctricas. Cada centímetro cuadrado del suelo está ocupado con sus tiendas, o en su defecto mesas y sillas. Todos beben y cantan y ríen.
1.00 a 2.00. Inspeccionando la valla, Aiga y yo encontramos un tramo que algunos vándalos han intentado forzar desde fuera para poder entrar. Por fin algo de acción. Por el walkitalki comunicamos a la torre que hay que reparar la valla, corto y cambio. Quedáos ahí esperando a que llegue una furgoneta a repararla, corto y cambio. Mientras esperamos, escuchamos ruido en la maleza y vemos a los miserables correr por la pradera que hay al otro lado de la valla. Les hemos ganado la partida.
2.00 a 3.00. El desperfecto en la valla ha sido reparado, y seguimos dando vueltas. El suelo se va llenando progresivamente de porquería. Los personajes, variados y abudnantes, nos gritan cosas en danés; pero todo suena muy amigable. Hay algunos que, visiblemente ebrios, nos desean una buena guardia y un feliz festival. Stephen nos llama por el walkitalki para que descansemos un rato haciendo un trabajo más light: reponiendo rollos de papel higiénico.
3.00 a 4.00. Una vez repuestos los papeles higiénicos, Aiga y yo entramos en la sala de descanso para los voluntarios (que es un cobertizo cutre con una nevera y una máquina de café) y nos tomamos un cafelito y unos sandwiches. Llega una chica muy nerviosa diciendo que hay un tío inconsciente en el suelo. Nos acercamos, ayudamos al colega a levantarse, le damos un poco de agua y le llevamos hasta su tienda, que está en el sector L (que, según nos dijo luego Stephen, es el más fiestero de todos, cosa evidente visto el etílico estado del infeliz). Contentos tras esta buena acción, y aburridos como ostras, nos tomamos otro sandwich.
4.00 a 5.00. Stephen nos vuelve a mandar a inspeccionar la zona de acampada. Es plenamente de día. Los borrachos duermen plácidamente en sus tiendas. El suelo está asqueroso, y muchas de las tiendas están ya completamente destruidas. Aburrimiento y hastío. Nos sentamos un ratito sobre la hierba a dormitar.

5.00 a 6.00. Volvemos al ágora, y Stephen nos da unas bolsas enormes de basura y nos ordena que limpiemos la zona. No nos provee de guantes, así que tenemos que aguantarnos el asco y recogerlo todo con nuestras propias manos (que, a fin de cuentas, han pasado por otros sitios igualmente sórdidos). Miles de latas, salchicas, servilletas, panes, son arrojados al contenedor. El cansancio empieza a apoderarse de nuestros cuerpos y nuestras mentes. Intentamos escaquearnos, pero llega Stephen con más bolsas.
6.00 a 7.00. Esperamos a que llegue el siguiente turno. Nuestra distracción es ver a una máquina succionar por un tubo el contenido de los WC. Por fin llega el cambio de turno. Nos quitamos los uniformes fosforescentes, me despido de Aiga, cojo mi bici y me encamino a Trekroner, donde tras escribir esta crónica pienso dormir como un tronco. Ha sido una noche muy larga, pero al mismo tiempo divertida y muy instructiva. Tengo el peesentimiento de que lo voy a pasar muy bien este festival. Adiós.

sábado, 27 de junio de 2009

33688

33688 es mi número de participante en el Festival de Roskilde. Hoy hemos ido Fer y yo a Roskilde a coger la pulserita, y luego hemos encaminado nuestras bicis hasta el sitio del festival, a ver qué pinta tenía eso. En el camino, y sobre todo a partir de la estación de tren, lo que había era una auténtica peregrinación de gente de todas las calañas, cargadndo con mochilas, tiendas de campaña, sillas, carros, equipos de música y cantidades industriales de cerveza, en dirección al festival. Lo que hay allí ahora es una masa impresionante de gente ocupando cada metro cuadrado de terreno, bebiendo cerveza, jugando al frisbi y orinando por doquier, esperando a que abran las puertas. El ambiente es bueno y sudoroso, y, como ya he dicho, lleno de personajes estrafalarios.
Las puertas abren mañana a las ocho de la mañana. A decir verdad, Fer y yo aún no tenemos ni idea de en qué consiste nuestro trabajo. De lo poco que sabemos, seremos una especie de relaciones públicas/vigilantes de seguridad, y también sabemos que tendremos que apagar fuegos (?). Qué mal rollo, macho. Dicen que el Festival de Roskilde es la quinta mayor ciudad de Dinamarca.
Los turnos los repartieron por internet esta mañana. A mí me han tocado unas horas intempestivas (aunque por suerte no trabajo cuando toca Coldplay, que es uno de los tres grupos que conozco; un número muy pequeño teniendo en cuenta que tocan 150). Empiezo mañana a las 23.00 horas. Estaré apagando fuegos hasta las siete de la mañana del lunes. Espero que esto no me impida escribir en el blog pequeñas crónicas de mis últimos días en Denmark; por si las moscas, he decidido escribir ahora el último post que colgaré, y que será publicado el día 5 ó 6 de Julio. Será un post controvertido en el que se desvelarán cientos de secretos y se harán polémicas valoraciones... un final fascinante para este blog infausto.
Bueno, aparte de todo esto, han pasado algunas cosillas. María, uno de los personajes más sorprendentes de Korallen, se marchó hace dos días (y yo me perdí su despedida por culpa de un cambio repentino de horarios). Otro día fui a un restaurante a cenar en Roskilde. El miércoles, Sandra Kim, Fer, Marianne y yo fuimos al Tivoli, y nos montamos en 20 de las 25 atracciones que hay, incluyendo “Vertigo”, que es nueva y consiste en una avioneta que los mismos que se montan pueden pilotarla. Lo último fue la montaña rusa; había tan poca gente que, después de la carrera, y como no había nadie esperando, nos dieron otra vueltecita de regalo. Nivel de ganas de potar: 85%.
Bueno, os dejo. Deseadme suerte en mis labores como guardia de seguridad. Adiós.

martes, 23 de junio de 2009

La invasión de la cocina 1D

Se nota que ha llegado el verano. Ha dejado de llover y la temperatura ha subido hasta los 12 grados. Por fin podemos llevar desabrochados los chaquetones.
El otro día mis pasos me llevaron a la cocina 1D, y allí me encontré a María rodeada de varios maromos. Inmediatamente, por la indumentaria y apariencia de éstos, pensé que era la Cobra Negra en persona. Me quedé ciertamente confuso, preguntándome qué tejemanejes se traían esos malhechores en la cocina 1D. Entonces vi entrar a Vianney por la puerta y lo entendí todo: Vianney había regresado de Lille, y se había traído a sus amigos.
Os pondré en precedentes. Vianney es un chaval francés muy majo, vegetariano, grandullón, bromista, siempre con pantalones cortos y gorra, que vive en una casa okupa en Lille. Vino a Roskilde para acompañar a Noémie, su novia, y juntos forman una estampa dulce y muy divertida. Hace un mes, Vianney tuvo que volver a Francia por temor a ser expatriado. Una vez arreglada su situación legal, decidió volver con su furgoneta, y se trajo a sus compañeros de la casa okupa.
Pues eso, que me encontré a estos cinco tíos con sus cazadoras, sus miradas torvas y su aspecto levemente siniestro, jugando a las cartas y fumando como chimeneas, y me quedé comprensiblemente perturbado.
Sin embargo, he de decir que con el paso de los días su paso por Korallen ha sido más beneficioso que opresivo. Me invitaron a cenar con ellos, me enseñaron a jugar al bakgammon, y hacían esfuerzos por hablar en una combinación francoinglesa muchas veces imcomprensible. Las neveras y armarios de la cocina ahora están llenos de fruta y demás alimentos en perfecto estado. Hace un par de días volvieron a Lille, y antes de marcharse dejaron la cocina ordenadísima y como los chorros del oro. Han hecho una pintada en la pared, pero se les perdona. Desde aquí un saludo a esta Cobra Francesa, donde quiera que estén, jugando al backgammon o quemando contenedores.
La noche que se fueron asistí a una fiestecilla en Roskilde. Era una especie de San Juan; en un jardín hicieron una hoguera espléndida, y la gente del vecindario estaba sentada alrededor, charlando, esuchando música, mirando al fuego hasta que asomase el sol. Todo muy tranquilo, a pesar de pequeñas rencillas con una amiga mía de la Blue Tower.

lunes, 22 de junio de 2009

Josema y las niñas de Hvidovre

Hace una semana se fueron Josema y Blanca. Un pequeño pero selecto grupo de amigos les acompañamos hasta al mismísimo control de seguridad del aeropuerto, para minimizar sus (y nuestros) sentimientos de pérdida.

Seas hombre o mujer, a la media hora de conocer a Josema ya te ha pasado la mano por el hombro (bueno, si eres chica sólo son veinte minutos). Josema ha sido, por méritos propios, el más ligón de Korallen: atento, educado, cariñoso... Otra característica suya es que es un fiestero nato y mártir. Nato porque apenas sí ha faltado a alguna fiesta en Korallen o en el Student House en Copenhague. Mártir porque si en el transcurso de alguna fiesta alguien se pone malo, sea por el motivo que sea, Josema acaba siendo el que acompaña al desdichado durante el resto de la noche hasta que llegue a su casa sano y salvo. No tengo dedos en las manos para enumerar las fiestas que Josema ha dejado a medias en beneficio de la salud de otros.
Josema es de Úbeda y estudia ingeniería informática a una ratio de curso por año. En RUC tenía una asignatura para programar a un robot, y a veces tenía al bicho en su cuarto y me enseñaba cómo seguía una línea negra pintada en el suelo o cómo salía de un laberinto.
Algo gracioso que una vez le pasó es que, cuando volvía de madrugada de acompañar a un amigo al aeropuerto, se quedó dormido y el tren se lo llevó hasta Helsingør, en el quinto pino. En el tren de vuelta no se le ocurre otra cosa que volver a quedarse dormido, y se despertó en el aeropuerto de nuevo. En resumen, su amigo llegó a España a la misma hora que él llegó a Korallen. Como última curiosidad, Josema tiene la propiedad de siempre salir de perfil en rlas fotos.

- JOSEMA CONDUCIENDO UNA MÁQUINA MORTÍFERA EN KIRUNA -

De Blanca no puedo hablar sin acordarme de Maite: las niñas de Hvidovre. Hvidovre (pronúnciese vidouá) es un suburbio de Copenhague, en el que además se encuentran los estudios de von Trier. Allí vivían, en un pisito muy cuco en el que la ducha estaba integrada en el resto del cuarto de baño (cuando digo integrada quiero decir exactamente eso). Las niñs venían mucho a Korallen, y cuando estaban en Hvidovre había una línea infromativa ininterrumpida llamada Skype.
Maite, que se fue hace varias semanas, será recordada por su genio y su flequillo. Está orgullosa de ser sevillana, a pesar de sus escasas habilidades para bailar sevillanas, como quedó demostrado en una ya lejana barbacoa. Cualquier conversación que mantuviese con ella acababa derivando en teorías sobre LOST. Su especialidad culinaria eran los brownies.
Blanca, del Puerto de Santa María, también es adicta a LOST, pero en menor medida. Ha viajado muchísimo con sus padres: desde la selva amazónica hasta Groenlandia. Además, no es algo de lo que te enteres al conocerla, sino lo descubres poco a poco en forma de pequeñas píldoras informativas. Una propiedad de Blanca es que muchas veces está en la parra.
Pues eso, que Josema y Blanca se fueron; y Rocío, Fer, Pasquale y yo nos quedamos un poco cortados. Hicimos un humilde picnic en un cespecito a las afueras del aeropuerto, y luego fuimos a Christiania a jugar al futbolín.

Siguen pasando los días y las horas en este Korallen tan vacío (pero aún querido, a pesar de todo). Me voy a cenar a un restaurante caro en Roskilde.

lunes, 15 de junio de 2009

La jam session

Ayer fui a la jam session de Christiania. La principal característica de ésta es que no es una jam session, pues por definición una jam se basa en la improvisación musical, y en la de Christiania se tocan sobre todo versiones de temas conocidos. La enjundia de la jam de Christiania está en la rutina musical que se ha creado, y en los peculiares personajes que la frecuentan.
La jam tiene lugar en un bar oscuro y en ocasiones asfixiante, el Christianias Børneteater. Los músicos tocan agolpados sobre un pequeño escenario. Hay muchas sillas (nunca suficientes para la multitud) y una barra. Todo es bastante rústico.
Como ya dije, lo interesante de la jam son sus personajes. Vayamos por orden. Primero viene el Blues Man, un tipo robusto y encanecido que toca la guitarra eléctrica canta como Mark Knopfler (ojo, mi cultura musical es bastante escasa; a excepción de un conocimiento exhaustivo de las discografías de la Penguin Cafe Orchestra y de Mike Oldfield). Toca muchas canciones, entre ellas The road to hell, Route 66, I am your huchi-cuchi man, Unchain my heart, y por último Stand by me, con la que el público, eufórico, se sube por las paredes. Ayer tocó Have you ever seen the rain, que me trae buenos recuerdos.

Al Blues Man le suele acompañar Marcos (?), en mi opinión el mejor músico de la jam. Es un tipo muy bajito que siempre lleva gorro y que toca el piano como nunca he visto a nadie hacerlo. Entra en una especie de éxtasis, se le ponen los ojos en blanco, y sin mirar a nada (ni siquiera a las teclas), toca de maravilla. Cuando acaba la canción vuelve de este trance y saluda al público haciendo un corazón con los dedos. Yo he hablado alguna vez con él, es muy tímido y viene de Costa Rica. A veces toca alguna canción solo, como Sound of silence, Knockin' on heaven's door, Where have all the flowers gone, Come together, Yesterday, Imagine y Let it be; se encienden los mecheros y se me saltan las lágrimas.
El Blues Man vuelve al anonimato de la barra a tomarse sus chupitos, y viene el que canta en español. Éste es un poco pesado porque sus canciones parecen eternas; mas hay que reconocerle el mérito de que es que el más gente consigue subir al escenario a tocar con él. Sus canciones son propias, y repiten hasta la saciedad estribillos pegadizos como como Canta conmigo, Oye no quiero que te vayas, Camino camino camino camino, etcétera. La gente se anima mucho y baila; yo aprovecho para salir un ratito a comprar un trozo de pizza y una galleta buenísima por 20 croner.
Se va el españolito o queda relegado a un segundo plano; y suben los cubanos y los rastafaris a tocar Guajira guantanamera, Get up for your rights y No woman no cry. A veces se forma una auténtica jam, es decir, pura improvisación, pero a mí me acaba hastiando.

Hay más personajes: uno gordo y con bigotito que toca el bajo durante horas sin alterarse lo más mínimo; el del labio gordo, uno de los jefes del cotarro y que a veces canta y toca el bajo (me encanta Fly little wing) y todos nos quedamos boquiabiertos; luego uno que se parece a Woody Allen y toca la batería o, en su defecto, las maracas; el trompetista negro que tiene la capacidad de tocar la trompeta fuertísimo y fumar como un carretero; el camarero que a veces toca la flauta travesera o el saxofón, y el rapero francés. Luego hay algún otro que se cree mejor de lo que es y se sube a cantar o a tocar la batería con poco éxito.
Respecto al público, también está nutrido de personajes peculiares. Hay una esquina que es la esquina de las bailarinas psicodélicas, que son chicas de pelo largo y ropajes airosos que bailan hipnóticas danzas al ritmo de la música. También hay hombres que bailan; uno se parece a Wolff el de Tintín, muy gracioso, todos los domingos al pie del cañón.
Sin embargo, y a pesar de que lo considere un evento lleno de encanto, la jam session también tiene sus sombras: por ejemplo, las pocas veces que he visto a mujeres tocar; el elitismo de algunos músicos y, por último, lo más terrible de todo: el chaquetón que me robaron un día lejano, con bono de transporte incluído. Malas puñalás les den a tós.
De vuelta a Trekroner, nos tuvieron esperando una hora y media dentro del tren en la estación central de Copenhague, porque alguien se había tirado a la vía. Qué final más truculento, macho.

- TREKRONER A LAS DOS DE LA MAÑANA -

viernes, 12 de junio de 2009

Las palmilleras de Korallen

Una vez alguien dijo que es una lástima que a los héroes les hagan los homenajes y las estatuas una vez que están muertos. En este blog yo he pecado de eso, solo que no espero a que se muera la gente, sino a que se vayan de Trekroner (que un poco es como morirse) para hacerles un pequeño homenaje. El domingo pasado una patulea de gente cargamos con cientos de maletas y una caja enorme hacia el aeropuerto de Copenhague, a despedir a dos heroínas.


Paula es sigilosa y sonriente. Sus habilidades culinarias son escasas, a pesar de lo cual ganó el concurso de tortillas contra Carlos. Sus dotes de cocinera aumentaron considerablemente, pero se quedó atascada en el quiche de jamón y queso (su especialidad). Paula, a pesar de ser aparentemente quebradiza, se apunta a un bombardeo; y ha ido a prácticamente todas las excursiones y fiestas que se han organizado. En sus últimos día solía salir al jardincito de detrás de Korallen a tomar el sol, a pesar de la amenaza permanente de los globos de agua.
Para entender cómo es Eva, lo mejor es describir su cuarto, “el Burdel”, llamado así porque la lámpara estaba cubierta por un paño rojo para atenuar la luz. “El Burdel” estaba permanentemente perfumado por velas aromáticas, la colcha estaba estampada de rosas, igual que los pósters en las paredes. Encima de las cajoneras había decenas de tarritos con perfumes, geles, cremas, fragancias, etcétera. Había un sofá my cómodo y un mueble lleno de cubertería y comida. La habitación entera se sometía a una limpieza exhaustiva una vez por semana (aunque la frecuencia aumentaba dependiendo del estrés de la propia Eva; estas sesiones se llamaban “limpiezoterapia”).
Así es Eva: perfumada, orgullosa, elegante (a excepción de las gafas sin cristal) y oyente fiel de canal fiesta radio. Era el predator de la habitación 18. El día que se vino, hace ya diez meses, le dijo a su madre que en menos de dos semanas estaría de vuelta.
Con Eva y Paula hay incontables anécdotas, dado que, como ya dije, han estado involucradas en cada evento que se ha organizado (fiestas de agua, fiestas destructivas, cumpleaños, etc). Son viejas amigas de Janitor.

Paula se pilló una bici genial en Copenhague, probablemente la mejor bici que hayamos visto. Decidió, pues, llevársela a Málaga. Compró una caja gigante, desmontó la bici y la metió. Yo me presenté voluntario para ayudar a llevar la caja al aeropuerto. Fer y Pasquale se apuntaron a la Bici's Team. Craso error por mi parte, pues acabé malherido.
La caja era enorme y muy inestable. La llevábamos sobre un carrito que no hacía más que desviarse. En el tren bloqueamos el paso en un corredor, y al hacer fuerza para girarla me hice un corte en el dedo corazón. Con la mano sangrando, aún había que llevar la caja por toda la terminal, esquivando gente y paredes por escasos milímetros. Finalmente, la caja fue entregada por la ventanilla de “equipaje grande”, y Paula nos prometió una cena en los espigones que no se me ha olvidado. Media hora después, sin armar un dramático y lacrimógeno pifostio, se marcharon. Fer, Pasquale y yo fuimos a ver los aviones despegar bajo una pertinaz llovizna.

- NO ESTAMOS DEL TODO SEGUROS, PERO HAY UN 80% DE PROBABILIDADES DE QUE EVA Y PAULA ESTÉN METIDAS EN ESTE AVIÓN -

Eva y Paula, las malagueñas de Korallen, capaces de hablar inglés con entonación de La Palmilla; Korallen está perdido sin vosotras. Vuestras canciones melosas no volverán a sonar entre estos muros. Nos vemos pronto.

miércoles, 10 de junio de 2009

El saneamiento de Korallen

Me estoy mosqueando un poco. El motivo es que la otra tarde, estando en pleno junio como estamos, tuve que salir a la calle con chaquetón. Además, tengo dolor de garganta, varios de mis amigos están resfriados, y tengo las zapatillas cerca del radiador porque ayer se me calaron con la lluvia.

Otro motivo para este resquemor es que, desde hace unas semanas, aquí ya nunca cae la noche cerrada: siempre queda en el cielo un cierto resplandor azul, algo incómodo para personas fotosensibles como los niños de “Los Otros” y yo. De todas maneras, siempre es mejor esto que las tinieblas perpetuas que viví hace varios meses.
Un último motivo para acrecentar mi incipiente mosqueo es que no tengo respuesta para mi solicitud de trabajar en el festival. El festival de Roskilde es algo muy tocho, y a mí, aunque no me gusten las multitudes ni la música rock, me gustaría trabajar para conocer el ambientillo. Y los desgraciados no me contestan. He de decir que de la respuesta depende, en cierta medida, mi fecha de vuelta a España, siendo como mucho el día 7 de Julio San Fermín.
Estas semanas en Korallen se han sucedido diversos eventos, en relación la mayoría de ellos con las despedidas de la gente. Ayer estuve hablando con Hugo de que tanto él como yo pensábamos que la despedida sería algo así como una macrofiesta brutalmente triste, y al día siguiente cada uno a su casa y dios a la de todos; pero está siendo distinta: escalonada, poco a poco, como una sangría lenta y dolorosa. Cada semana se nos va uno. Se organiza una cena, se le hace un regalito, se llora un poco (aunque en el tema del patetismo hemos mejorado mucho desde el primer cuatrimestre, y ahora nos andamos con menos tonterías), y el despedido/a en cuestión os abandona. Y no sólo eso, sino que también hay gente aprovechando estos días para viajar, así que Korallen está realmente extraño. Aún así, he de decir (!!) que los pocos que quedan siguen siendo buenos.
Estos días están transcurriendo de la siguiente manera: me despierto, hago un poco de 3D, luego voy a la cantina, luego me como un pastel, luego vamos a jugar al futbolín (siendo los equipos Marianne y yo contra Pasquale y alguien más, a no ser que juegue Fer, que entonces juego yo con él y Marianne con Pasquale, porque Fer y Pasquale son tan buenos que ponerlos juntos es una totnería), luego me doy un paseo por el lago y veo a los cisnes avasallar al resto de la fauna; luego me paso por las habitaciones de mis amigos/as (sea en Korallen o en otras residencias), luego vuelvo a hacer un poco de 3D, ceno, me quedo charlando y me acuesto maldiciendo la claridad que entra por la ventana.
Quiero aclarar, antes de despedirme, que no me he olvidado de mis lectores, ni de mi familia, ni de mis amigos más cercanos.
Me voy a duchar y a lavar el pelo para intentar deshacer unas cuantas rastas que el tiempo y el azar han ido formando en mi cabeza. Hasta luego.