sábado, 10 de enero de 2009

Viaje a la Laponia (parte 4 de 5)

Al día siguiente, 1 de enero, debía coger un tren a las 7 de la mañana que me llevaría cien kilómetros al norte, a Abisko, donde al parecer hay unas vistas impresionantes. Para que me acompañaran engatusé a Blanca y a Fer (que no durmió aquella noche porque se quedó charlando sobre el proyec con una de las chicas holandesas). Me tomé un cafelito para desperezarme. Cuando llegamos a la estación, todavía de noche, descubrí que había cometido un error garrafal leyendo el horario. El tren no salía hasta las 14.30. Volvimos al Yellow House a dormir.
En mala hora me había tomado el café. Incapaz de conciliar el sueño, salí a darme un paseo por los alrededores de Kiruna, a una zona que se llama Lombolo. El amanecer era precioso, y a mi alrededor todo eran árboles secos emergiendo de un mar blanco.

Vi un río helado con un agujero por el que se veía el agua fluir. Había una reproducción de un cohete de los que lanzan desde Esrange (muy cerca de Kiruna). Vi un tren larguísimo llevando mineral desde la mina en dirección a Luleå. Todo esto a -15º, a pesar de lo cual era un día apetecible. Sin comer ni nada, me reencontré con Blanca, Fer y Josema; y cogimos el tren hacia Abisko.
No era un capricho cualquiera. Es que el viaje de ida lo habíamos hecho con un tiket de interraíl en el que tú pones la fecha en que viajas y el revisor no lo había mirado; por lo que teníamos un día extra de transporte por Suecia; y nos habían dicho que el camino a Abisko era precioso. Por desgracia, no vimos nada en absoluto porque lo hicimos enterito de noche. En Abisko teníamos cincuenta minutos para coger el tren de vuelta a Kiruna. Nos dimos un paseo por la nieve, e incluso nos perdimos un poco (o, como alguien me comentó, más correcto sería decir que nos desorientamos). Cuando decidimos volver, nos percatamos de que aquél sería el punto más al norte en que estaríamos en mucho tiempo, si no en nuestra vida. Nos echamos algunas fotos (debajo, Fer, Blanca y yo) y volvimos a la estación.

La salita de espera tenía lo suficiente como para sobrevivir en caso de perder un tren: cocinita con café y galletas, cuarto de baño, sofás, mantas y colchones; y muchos libros y mapas. Ni que decir tiene que no había ni un alma, dada la latitud.
Llegamos a Kiruna a las 17.30, y merendoalmorzamos en una pizzería. El resto de la tarde lo pasamos durmiendo y jugando a las cartas. Aprovecho este lapso de tiempo para contar cosillas curiosas. Por ejemplo, era usual ver motonieves aparcadas en los jardines de las casas. Casi todo el mundo tiene perros de nieve muy bonitos. Respecto al idioma, tienen muchas ä, ö y å; pero no ø ni æ. Se parece bastante al danés, pero es más fácil porque las palabras se dicen tal y como se escriben, por lo que es fácil reconocerlas. Los suecos parecen más simpáticos que los daneses, y tienen la punta de la nariz hacia arriba. En los pasos de cebra paran con cincuenta metros de antelación, y en los aparcamientos hay chismes en los que se enchufa el coche con un cable, no sé para qué. Lo tienen todo muy adornado de navidad, y hay un adorno típico que es unas bombillas dispuestas en forma triangular que se pone en todas las ventanas.
Después de cenar tuvo lugar la batalla de nieve definitiva, Francia contra España. Fue brutal. Fer, agazapado tras un montículo de nieve; yo buscando caminos alternativos para atacar a los franceses por la espalda. Luego las niñas empezaron a tirar hielo en vez de nieve, y la batalla se convirtió en niños contra niñas. Cuando ya estábamos muy cansados, nos tomamos un chocolate caliente y nos dormimos. Esta vez yo le cedí mi cama a Marianne, y dormí en el suelo.

- CHOCOLATITO EN LA HABITACIÓN -

1 comentario:

Anónimo dijo...

puede ser porque tengan coches eléctricos.
5 euros.