lunes, 26 de enero de 2009

La despedida de Bebeto

Hace unos días despedimos a Bebeto. Bebeto fue un fichaje tardío de nuestras juergas. Es una niña búlgara graciosísima, muy pequeñita y con la voz de pito. Empezó a asistir a las fiestas de Korallen cuando ya le quedaba poco para irse.
El caso es que cogía el tren a las cinco de la mañana, y algunos desdichados le prometimos quedarnos con ella hasta el final. Se vino a Korallen después de cenar. Yo había preparado mi recurrente tarta de limón. Jugamos al parchís mientras comíamos tarta y galletas. Cuando acabó la partida eran todavía las una. ¿Cómo matar el tiempo ahora? Otro parchís sería excesivo e insano. Entonces se nos ocurrió ir a la playa de Roskilde.
Nos pusimos ropa de abrigo y fuimos con el coche de Kepa al puerto de Veddelev, en el que ya estuvimos hace tiempo. Inmersos en una oscuridad total, cogimos por un senderillo hasta la playita propiamente dicha. Durante un trecho nos desviamos del senderillo para hundirnos en un barrizal asqueroso.
Llegamos a la playa, y nos tiramos en la arena para mirar el cielo. Era un espectáculo increíble, porque no había ni una sola nube, ni un solo fotón de contaminación lumínica; y se veían cientos, miles de estrellas. Allí estuvimos un largo rato, atentos a las estrellas fugaces (yo sólo vi una, pero los otros vieron más. A propósito, éramos Michele, Paula, Eva, Kepa, Carlos, la propia Bebeto y yo). Se escuchaban patos en la lejanía y la hipnótica voz semiemporrada de la risueña Bebeto.
El frío empezó a calarnos los huesos, y decidimos marcharnos de tan gélido lugar. Entre los barcos improvisamos una fiestecilla con el equipo de música del coche.
De nuevo en Korallen estuvimos un rato en el cuarto de Michele, escuchando música, haciendo malabares y esperando la hora del destino.
Llegó la hora del destino, y Kepa, Carlos, Michele y yo llevamos a Bebeto a su casa, un apartamento al lado del lago. La acompañamos hasta su mismísima sala de estar, donde su compañera de piso estaba haciendo una maleta. Ante la atónita mirada de ésta, cogimos a Bebeto por los aires y la manteamos un rato, a modo de despedida. Coreamos su nombre y nos fuimos. Una vez fuera, volvimos a corear su nombre, y Bebeto salió al balcón para decirnos adiós por última vez. La vitoreamos y, esta vez sí, nos fuimos de una vez por todas a dormir. Adiós, Bebeto Bebeto Bebeto.

6 comentarios:

Blai dijo...

Bebeto era un mítico jugador brasileño que militó en las filas del Deportivo de La Coruña en los noventa, jaja. Qué curioso... mail recibido, te contesto así que tenga un momento, gracias por tenerme en cuenta amigo mío.

Un abrazo!

Unknown dijo...

ricardo,eres más cursi que la madre de pitita haciendole trenzas con lazos de colores los domingos...la casa de pradera esta bastante bien...pero evoluciona!!...ea! a mamarla...
pd: ahora mismo no te estamos exando de menos, de echo no pensamos en nada, estamos en encefalograma plano debido al examen de tecnologia...ea!un beso

Eleuterio Sánchez dijo...

Joler, Rixi, me has dejado compungío a tope, tengo unas ganas de llorar que te pasas, iyo.
Y es que lo de Bebeto es fuerte de cohone.
Tu amigo ajbi tampoco anda mú descaminado, el tío. Parece que la peña te ba piyando las vueltas.
Ya era hora que asomara por aquí Melónblando, que es otro que andaba muy perdido.
En fín, lo dicho, que esta noche dedicaré mis oraciones a Bebeto, q.e.p.d.

Eleuterio Sánchez dijo...

Bebeto 4eb.

Eleuterio Sánchez dijo...

Bebeto, nunca te olbidaremos.

Eleuterio Sánchez dijo...

Ya te bale, veveto.