lunes, 10 de noviembre de 2008

Pasquale y Michele

El domingo fui con mi bicicleta nueva desde Trekroner hasta Copenhague. Siempre por el carril bici, fue un paseo feo al principio – todo el rato en autopista – y emocionante al final – de repente un cambio de rasante, y aparece Copenhague ante tí -. Fueron dos horas y media de viaje maomeno, y no fui solo, sino con parte de la delegación italiana de Korallen: Paolo, Pasquale y Michele. Ésta es una buena ocasión para hablaros un poco de los dos últimos.
Pasquale y Michele son las personas con las que más tiempo estoy pasando en Dinamarca. Son sencillos, transparentes (no en el significado estricto de la palabra) y buenos, pero de maneras muy distintas.
Pasquale es un alma triste. Siempre está atormentado por problemas. El inglés, los exámenes, no tener nada en la despensa, sentarle mal lo que se toma en una fiesta, las niñas. Sin ir más lejos, nada más llegar a Copenhague se le pinchó la bici, que para más inri no era suya. Sin embargo, encaja bien los duros reveses del destino: “I am lucky in the unlucky” (“soy afortunado en la desgracia”), dijo, y es que se le pinchó al llegar y no a medio camino.
En la otra cara de la moneda, es un hacha jugando al futbolín (la cara de satisfacción que tengo en la foto es más por el café que por los palizones que me da), su fiesta de cumpleaños fue genial, y es muy detalloso (de los que llevan a una chica a la ópera).

Michele es puro optimismo. Por la calle saluda a las niñas danesas con gracia, canta ópera a voz en pecho, es temerario con la bici, duerme con la puerta del cuarto abierta y la llave colgando por fuera, toca la trompeta en la banda de su pueblo, y está enamorado de la sirenita. Siempre hace que la gente a su alrededor esté contenta. Me río mucho cuando grita NO con todas sus fuerzas, desgarrándose la garganta, como cuando se dio cuenta de que llevaba la cámara sin la tarjeta de memoria.
Muchas veces desayunamos juntos en su cuarto (yo llevo la sandwichera y el pan), y lo último que suelo hacer cada día es pasar por allí para charlar un poco y controlar la rumorología coralinera. Como él dice, y debido a la enorme afluencia de gente, su cuarto es el ágora de Korallen.
Michele tiene novia, trabaja en la heladería de su padre y estudia economía. Lleva cuentas de absolutamente todos los gastos que hace, tiene una memoria prodigiosa para recordar precios (desde pasteles hasta billetes de avión), y un ojo de halcón para encontrar latas vacías que canjeará por coronas. Su mayor temor es que irrumpan en su cuartito anexo (una cubículo junto a cada habitación) y le roben las cientos de latas y botellas que ahí guarda.

Los dos viven en mi pasillo. Solemos cenar juntos y compartir la comida. Es muy divertido oírles hablar sobre política o sobre ciudades italianas. A Pasquale le encanta Roma, y Michele a veces dice que Padua es mejor. Entonces los dos empiezan a soltar palabrotas en italiano (área en la que experimento progresos, “cazzo”, “fanculo”, “porca troia”) hasta que Pasquale decide dejar la discusión. A pesar de esto se llevan como hermanos, el pesimismo de uno y el optimismo del otro hacen que todo sea muy equilibrado, y siempre es agradable estar con ellos.

p.d. Cuando llegamos a Copenhague atamos las bicis en la estación central y nos dimos un paseo larguísimo. Cerca del Diamante Negro me encontré con unos españoles, que resultaron ser erasmus de Oslo, que resultaron vivir en Kringsjå, que resultaron conocer al Chesco, y que nos conocían como “los cinco locos que durmieron en la habitación del Chesco”. El mundo es un pañuelo. Y luego, al llegar a mi habitación, todavía no me había quitado ni el chaquetón cuando vi, como si fuera una exhalación, un ratoncillo correr desde una punta del cuarto hasta debajo de la nevera. Lo busqué sin éxito. Por ahí andará el joputa.

5 comentarios:

Blai dijo...

Sigo declarándome un fan de tus descripciones... a ver cuando me describes a mí. Podrías dejar la carrera y empezar psicología, se te da jodidamente bien esto de hacer retratos psicológicos de las personas. Y es que te quedas con todos los detalles.

Me ha gustado también el giro argumental de este post, pasar de la descripción de los italianos a la casualidad del Chehco y terminar con lo del ratón. Por cierto, era lo que faltaba en Korallen, RATONES!!!! Buf, qué dureza...

Por cierto, has visto a quién he nombrado presidenta de tu club de fans?

Ricardo dijo...

Ricardo estoy encantado de tu poetical parabra..mi alma vista con otros ojos puede ser hermosa, sobre todo si los ojos son una persona vera (true), un vero hermano. I will never forget this intensive moment..

MICHELE MARCONI

Miguel dijo...

Bueno,llevo varios días sin escribir por aquí,y ahora mientras espero para correr con mi pupilo a las 1530 es el momento. Escribo este comentario pero voy a poner primero otros en los de días anteriores.
Que mal rollo

Eleuterio Sánchez dijo...

Oye, que soy el ele, que e puesto un comentario en el bloj de la poesía fanguta, que es que llevaba varios días sin pasar por aquí, Que ya le bale al rixi, el tío, se cree que és menos chori si después de tangarse una vici va y nos lo cuenta con una poesía.

Eleuterio Sánchez dijo...

Sí, tú ata la bici, mamoncín, no te la bayan a tangar, con la pasta que te ha costado.
Malegro de que convivas con un ratón, el señor te ha castigado. Por rata. Aora bas y lescribes un poemiya, de amor a ser posible, pero hazlo antes de que una noche de estas te roa las entrañas, tras haber penetrado en tu pecaminoso organismo por cualquiera de los orificios dispuestos al efecto...
Rixal, iyo, tu amigo el melonblando es que flipa con tus descrisciones, joler, a ber si nos lo describes a él, ke este no tiene bloj.
A la espera del pos en el que cuentes cómo encontraste al ratón y cómo acabaste con el.
Qué mal rollo, MACHO.