lunes, 9 de febrero de 2009

La Ruta Arquitectónica en Copenhague

El viernes, día gris y lloviznoso como tantos, Gumer y yo hicimos la Ruta Arquitectónica. Lo mejor de Copenhague – o casi – es que tiene mucha variedad de edificios: desde muy antiguos hasta ultramodernos. La Ruta Arquitectónica se centró en los modernos, como adivinaría cualquiera que nos conozca. Gumer tiene un librito que nos sirvió de guía.
Los edificios se concentran en una zona deshabitada y un poco siniestra que se llama Ørestad, en la isla Amager. Fuimos en metro hasta allí, y vimos en primer lugar el edificio Mountain Dwelings. Tiene forma de montaña, cortado en seco por un lado y escalonado por el otro. Por dentro (porque nos colamos en el parking) cada planta está pintada de un color distinto, y con tanta columna, tanta rampa y tanto pasillo, es un auténtico laberinto. El lado escalonado está hecho de madera, cada apartamento con su terracita y su cristalera en el salón.

- JUEGO: BUSCA A GUMITO -

Justo al lado está el 230 Dwellings, un edificio que dibuja una V en el suelo, y cuyos balcones puntiagudos sobresalen en todas las direcciones, como si fueran los dientes de un tiburón.
Seguimos andando entre solares de obra y céspedes embarados. Todo a nuestro alrededor eran edificios muy modernos, mucho cristal, hormigón y acero. Uno de ellos tenía desprotegida la escalerilla de incendios, y empezamos a subir. A medio camino nos viene un danés y nos pregunta si vivimos allí. Adoptamos una postura humilde y le decimos que somos estudiantes de arquitectura y que nuestra única intención es echar fotos. El danés, amable, nos deja hacer, e incluso nos recomienda un ángulo desde el que se ve una buena vista.

Después de este edificio (en una de cuyas ventanas, a propósito, vimos una bandera española), nos metimos en un centro de comercial enorme (el segundo más grande de Escandinavia) para comer un kebab. A la salida está el Ferring, un edificio altísimo y negro.
Cogimos el metro hasta la última parada, Vestamager, donde, sin salir de la estación, echamos un par de fotos a los superedificios en construcción, con las grúas fantasmagóricas asomando entre la bruma.
Cogemos de nuevo el metro hasta la Universidad de Copenhague, también en Ørestad. La Universidad es un espectáculo: edificios impresionantes, canales y puentes por doquier; y en medio las vías del metro sobre pilares altísimos.
Nos intentamos colar primero en el edificio DR Byen, pero hacía falta identificación para ello, lo cual es una pena porque tenía muy buena pinta. Sin desfallecer, nos fuimos al siguiente: la Facultad de Tecnologías de la Información (ITU), que sí es de libre acceso.
Desde fuera no era muy llamativo, un cubo y yastá. Pero cuando entramos, nos encontramos un vestíbulo enorme en el que las clases están “colgando” a distintas alturas, como si fueran cajones en una cajonera abiertos al azar (la comparación no es mía, sino del librito de Gumer). Todo muy blanco y transparente, con fotos de artistas y científicos en los pasillos, luces animadas que hacían formas psicodélicas, ascensores, futbolines...
Subimos a la planta más alta y, al lado del aula Pablo Picasso, nos servimos un café en la cocinita correspondiente.

A la salida de la ITU, más edificios: el Tietgenkollegiet, una residencia de estudiantes con 400 habitaciones, que tiene forma circular con un patio en medio. Como un Korallen a lo bestia. Subimos a las plantas altas para ver mejor el patio central, y dejamos nuestra mente divagar sobre cómo serán las fiestas allí. ¿Tendrán Monday Partys? ¿Sacarán las mangueras? ¿Les dirá el janitor que limpien las cocinas?
Seguimos paseando por la zona universitaria, vimos un par de residencias y de canales más; y luego fuimos en metro a nuestro siguiente punto de interés: la Copenhaguen Business School, en Frederiksberg, de la cual ya hablé hace un par de posts. El edificio en sí también es muy impresionante, con un atrio circular y naranja, ascensores de cristal en medio, y una escalera de caracol. Había preparado un cátering para una conferencia, pero nos pudo la cobardía y nos fuimos con el estómago vacío.
A estas horas ya era noche cerrada, y decidimos dar por acabada la Ruta Arquitectónica. Volvimos andando hasta el centro (en los parques circundantes a la Copenhaguen Business School descubrimos, sorprendidos, que hay escondidos altavoces que emiten sonidos de pájaros), nos tomamos el batido de chocolate más caro del mundo, y luego vuelta a Korallen, a dormir la mona.

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