miércoles, 11 de febrero de 2009

Gumito: sábado y domingo

Como pasa en LOST, he vuelto al pasado. Pero yo no es que me haya quedado atrapado en una isla y que Ben le haya dado vueltas a una rueda; es que estoy escribiendo desde la biblioteca, como en los viejos tiempos. Si a las dos de la tarde sigue nevando, habrá estado nevando ininterrumpidamente durante 24 horas. Todo esta blanquísimo.
Os preguntaréis qué hicimos Gumer y yo en sus últimos días en Dinamarca, o quizás os la repampinfle, en cuyo caso dejad de leer, malditos.
El sábado fuimos a Malmö. Caía una llovizna insoportable, y había una espesa bruma. Sin coronas suecas en los bolsillos nos dimos un paseo por el casco antiguo, que, a propósito, estaba lleno de gente. Entramos a comer al mismo sitio donde la primera vez, pero salimos escopetados por dos razones: 1) al ser fin de semana no servían el menú de los siete euros, sino que todo era más caro; 2) aceptaban euros, pero nos avisaron de que no hacían el cambio, o sea, si un plato de garbanzos costaba 80 coronas nos cobrarían 80 euros, los muy desgraciados.
Seguimos paseando bajo la lluvia. Sacamos dinero en un centro comercial y comimos en una pizzería. El cuarto de baño era un claro ejemplo de lo que les gusta a los nórdicos el diseño refinado y elegante, todo muy de porcelana y formas estrambóticas.
Paseamos por un parque y fuimos al Turning Torso, que sigue torcido. Volví a intentar entrar en vano, echamos muchas fotos, y volvimos a Roskilde hastiados de tanta lluvia. Allí se nos propuso una fiesta loca en Copenhague, plan que deshechamos a cambio de una agradable conversación en la siniestra habitación de María.
El domingo amaneció soleado por primera vez en tres semanas. Por la mañana Gumer hizo las maletas y cogimos el tren a Copenhague. Fuimos al aeropuerto a dejar el maletón en la consigna (cuarenta coronacas), y luego nos dimos un paseo por Kastrup. Kastrup es el pueblecillo al sur de Copenhague, en la isla de Amager, donde está el aeropuerto (de hecho, el aeropuerto se llamaba antaño Kastrup Airport). Pueblecillo muy apacible, con puerto deportivo y una playa muy larga. En el horizonte se veían el Turning Torso y el megapuente.
Recorrimos entero el paseo marítimo, con un frío que pelaba. Paramos a ver una estructura de madera levantada en el agua que en verano se usa para que los niños jueguen, y que tiene pinta de ser muy entretenida. Al final del paseo yo ya me había comido un paquete entero de pistachos. Cogimos el metro hasta el centro, donde paseamos un poco por los lagos; y luego fuimos a Christiania a la jam session.
Fue genial y larguísima. El pianista fue el último, con canciones que le ponían a uno la piel de gallina.
Acabó a la una de la noche, y fuimos a la estación de metro, donde Gumer tiraría para el aeropuerto – su avión salía a las 6 de la mañana – y yo para Roskilde. Entonces, sorpresa: el metro no estaba operativo. Estuvo a punto de cundir el pánico, pero controlamos la situación: fuimos andando al centro, y en la estación de Nørreport nos separamos: Gumer cogió a las dos un tren hacia el aeropuerto, y yo mi tren hasta Trekroner.
Espero que Gumito pasara unos buenos días en Dinamarca. Charlamos mucho, y a pesar del clima vimos muchos edificios impresionantes. Estuvo malillo un par de días, porque el pobre, siendo alérgico, se metió en la boca del lobo: mi habitación en Korallen.
Y ahora, la vida sigue. He de seguir estudiando. Y sigue nevando; aún lo veo todo blanco.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Buen resumen chaval! Espero que al salir yo de tu cuarto parte del desorden haya desaparecido... o no... Ya me contarás como sigue la vida por ahí. "Imagine all the people..." ¿Has conocido ya al pianista? Pues nada tío, que ya sabes que ha sido una buena experiencia el ir a visitarte y que a ver cuando nos volvemos a ver...Un abrazo señor nórdico