lunes, 23 de febrero de 2009

Enfado roskildiano

Acabo de llegar de un Roskilde despejado, frío y sin nieve. Me desperté, continué un poco mi trabajo en El Mapa (?... algún día lo sabréis...), comí en la cantina con Pasquale y luego nos fuimos al futbolín de mi departamento. Allí estuvimos hasta que un señor nos dijo que nos fuéramos, que hacíamos mucho ruido y tenía que hablar por teléfono. Cogí la bici de Fer (la mía sigue en Copenhague, pero no en el mismo sitio: ayer la cogí para ir en bici de Østerport a Christiania, a la jam session... oye, creo que he perdido el hilo, ah sí, cogí la bici de Fer) y fui a Roskilde. Mi intención era comprar cinco billetes de tren Copenhague-Estocolmo para el 8 de abril, y uno Estocolmo-Copenhague para el 12). Había una pareja de amables daneses en la caja, así que esperé. Pasaron veinte minutos y yo aún no había borrado mi sonrisa cordial. A las cuarenta minutos mi sonrisa cordial había desaparecido. Ya me sabía de memoria los folletos de viajes a Groenlandia, Noruega, Tailandia y la Antártida. A los cincuenta minutos se pone un señor a la cola. Bueno, primero se me coló, pero yo se indiqué, sin sonrisa ni amabilidad. Diez minutos después, el danés mira a su reloj y me comenta – en danés primero y luego en inglés – que la pareja dichosa llevaba los diez minutos preguntándole lo mismo al del mostrador.
Cogí mi chaquetón y me piré a modo de protesta pacífica. Paseé un poco por Roskilde. Había bastante gente en la calle peatonal, y han quitado el andamiaje de la catedral, que lleva tapándole toda una fachada desde que llegué. Bajé al puerto, donde el agua sigue congelada en algunas partes, a pesar de que la temperatura ha subido. Me comí un perrito caliente para apaciguar mi furia. Ahora he vuelto a Korallen, y me dispongo a hacer, una vez más, la tarta de limón y Cremefraîche (nombre del ingrediente sustitutivo de la leche condensada).
Respecto al fin de semana, poco hay que contar. El viernes, después de la presentación de nuestras campañas de comunicación, hubo una fiestecilla muy danesa en la cantina, con piñata y todo (a lo vikingo, o sea, a palazos con un barril de madera a ver quién lo revienta); y luego escuchamos a Françoise, una chica francesa monísima, tocar el piano.
Como ya os dejé intuir antes, ayer fui a la jam session en Christiania.Fue genial, como siempre, pero estaba demasido abarrotada. Estuve cantando, aplaudiendo, y levantando la luz de mi bici a falta de mechero.
Bueno, os dejo. Esta noche va a ser interesante: en primer lugar, tendrán lugar tres fiestas simultáneas (cumpleaños de Aga, fiesta temática de los 80, y la Last Monday Party of Carlos and Kepa) que probablemente acabarán confluyendo en un solo y monstruoso evento; si a esto le sumamos que un chico de la segunda planta ha dicho que llamará a la policía si se nos ocurre hacer una fiesta más... puede que el próximo post sea muy entretenido.

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