viernes, 3 de octubre de 2008

Fiebre de bicicletas

Tráiler: un chaval de pelo alborotado, andar desgarbado, desaliño general y tos crónica va al parking de bicis de Korallen, coge una y la arroja a unos matorrales.

En Dinamarca hay bicis ebribuer. Algunas se ve que tienen un dueño atento, porque tienen candado, cesta, timbre, y un chisme en el manillar para poner un plano. También hay muchas bicis con remolque para niños, y es muy gracioso ver a dos chavales embutidos en el carrito a toda velocidad por el centro de Copenhague.
En la otra cara de la moneda (corona o euro), en cualquier parte te encuentras bicis destrozadas. Dejadas de la mano de dios. Mugrientas, telarañosas, sin cadena, sin frenos, con las ruedas pinchadas, torcidas o sin ruedas; sin candado, sin manillar ni cuadro (lo que se llaman ruedas sueltas). También existe la leyenda de que hay bicis con una etiqueta amarilla (que quiere decir que dentro de unas semanas la policía se la llevará de donde está), y otras con etiqueta naranja (que quiere decir que puedes cogerla pero que no te la quedes, o sea, que la dejes en cualquier parte para que otros puedan usarla). Reiterar que esto parece más una leyenda urbana que una realidad.
Hay fiebre de bicicletas. No se habla de otra cosa. Todo el mundo está consiguiendo bicis. Hay gente a las que se las regalan, otros las compran, y otros las mangan (tengan o no candado). También hay combinaciones: un compañero se compró una bici, la misma noche se la robaron, y a la mañana siguiente se hizo con unos alicates y en pocos minutos volvió a tener bici.
Aquí el que no corre vuela. Hace varios días le eché el ojo a una bicicleta en Korallen. Está oxidada, hay que cambiarle la rueda de atrás e instalarle unos frenos. El timbre no funciona y la fricción que ejerce la dinamo es absurda. Esta mañana estaba yo en mi habitación y vino José K (caballa) y me dijo que fuéramos a echarle un vistazo a las bicis. Era mi oportunidad. Él también le había echado el ojo a una, y por un momento temí que se tratase de la misma que yo. No, no era. Fue a él a quien se le ocurrió la idea de echarlas a los matorrales. Si en un par de días nadie dice nada, nos las llevaremos a reparar a Roskilde. Cabe decir que luego José K me llevó a un solar con más arbustos y me enseñó otras dos bicis de (ahora) su propiedad, listas para llevarlas al taller.
Os mantendré al día con mis tejemanejes. Ahora llueve. Adiós.

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