jueves, 4 de diciembre de 2008

Estocolmo (parte 4 de 4)

Lo de dejaros anteayer con la intriga de en qué habitación dormí fue hecho ex profeso para que no dejáseis de leer esta crónica, más bien aburrida, de mis peripecias en Estocolmo.
De hecho, no dormí en mi habitación. El hotel (su nombre es “Best Hostel Old Town”) es un edificio de cuatro plantas, y por dentro es un laberinto absoluto. No es una exageración: hay pasillos que hacen zig-zag, escaleras rectas y de caracol, de madera o metálicas; cocinas, salones, puertas en todos lados (algunas que dan a habitaciones y otras que dan a escaleras)... no os podéis hacer una idea. O eran varias viviendas y se han dedicado a tirar tabiques, o bien el arquitecto se había fumado un porro.
Nosotros teníamos reservadas varias habitaciones de varias camas cada una. Las dos primeras noches dormí con Pasquale, Marianne, Laura, Michele y Paolo; pero la última noche (la noche que os mantiene con la intriga) dormí con todos los españoles. La verdad es que no tenía ningún motivo, sólo por cambiar un poco, porque había camas libres. El techo estaba inclinado y las camas estaban separadas por mamparas de tela. Era muy divertido estar allí con la gente, yendo de mampara a mampara, riéndonos, poniendo las ropas mojadas en la calefacción, etcétera. He de decir (ejem) que también dormía allí un hombre mayor que llevaba sus pertenencias en un carrito.
Intriga resuelta, pues. El jueves, último día en Estocolmo, dimos un paseo por Skepps Holmen, que es una islita rodeada de barcos. Cada vez había menos nieve, y pudimos ver algo de verde en los parques y el verdadero color de los tejados (pizarra negra y verde).
Paseamos por las callejas de piedra de Gamla Stan. Visité la tienda de Tintín, que tenía algunas miniaturas increíbles (por ejemplo una réplica del avión de Carreidas, o Rascar Capac tirando una bola de cristal al suelo, con esa cara que da tanto rile), muy caras (mínimo doscientos leuros).

Comimos en un restaurante subterráneo que en su tiempo fue la cárcel del Gamla Stan. Yo comí quiche de marisco, ensala y café, de nuevo por siete euros. La camarera, trenzas vikinga y mirada penetrante.
A las cinco habíamos quedado en la puerta del hotel para irnos. Yo estuve a punto de irme sin pagar, pero no lo conseguí. Camino a la estación, todo el mundo iba muy rápido; yo me quedé rezagado con Rocío y Laura, y al llegar a la estación (rehaciendo el camino que hicimos Laura y yo el primer día) no localizamos a nadie. Cogimos el Arlanda Express hacia el aeropuerto y nos perdimos por las terminales hasta encontrar la nuestra.
Hicimos el chequín y comimos quicos. Llegaron los otros. Pasamos por los controles de seguridad de turno, y nos montamos en el avión. El viaje fue sin contratiempos. Yo fui en la ventanilla, y detrás mía había un bebé que me tiraba del gorro. Al llegar a Copenhague, y tras hacer el loco con los carritos de las maletas, cogimos el tren hacia Trekroner, comiendo un chocolate buenísimo que había comprado esa misma tarde en el Gamla Stan. Se notó mucho el cambio de la temperatura, y Dinamarca nos pareció incluso una tierra calurosa, después de los días que habíamos pasado en Estocolmo. En Korallen se desarrollaba la fiesta de acción de gracias americana; pero no, gracias.

- DETRÁS: YO, MAITE DE HVIDOVRE Y EL HOMBRO DE EVA. DELANTE NUESTRA, JOSEMA, BLANCA DE HVIDOVRE Y PAULA, TODOS DORMIDOS COMO TRONCOS -

He aquí la reflexión final cargada de melosidad. Irme de Estocolmo a Dinamarca me dio pena. Es una ciudad preciosa, y lo pasé genial con mis amigos. He pasado varios días un poco tocado por la experiencia, añorando el laberíntico Best Hostel. Esto me hace pensar, ¿en qué grado añoraré Roskilde cuando me vaya para siempre?

3 comentarios:

Eleuterio Sánchez dijo...

Aprobecho quel macarroni ha vuento a las andadas blogianas para hacer mutis por el foro.
Me piro de puenteciyo, así que hastalmartes o miércoles no reapareceré.
Noscribas mucho, rixal, joler, que luego no doy abasto.
Y no te creas quel biaje va a quedar así, como si nada, sin comentarios del ele. Quel tema tiene una miga que te rilas.
Lo dicho,agur

Miguel dijo...

el-ele-también-ce-va -a- estoeselcolmo???

la-felia-y-yo estamos rodeaos de mamoneee ( que no -o que si-- de macarroneee)

Eleuterio Sánchez dijo...

No, macarroni, cohoni, me las piro a Berlín, a ver qué se cuece por allí. Yostoy ya hasta los güebos de estoeselcolmo, roskilde y la madre que los parió a tós, así que tiro para otro lado.
Nos hablamos el martes.
Un saludo pa toda la peña.
El ele.