lunes, 15 de junio de 2009

La jam session

Ayer fui a la jam session de Christiania. La principal característica de ésta es que no es una jam session, pues por definición una jam se basa en la improvisación musical, y en la de Christiania se tocan sobre todo versiones de temas conocidos. La enjundia de la jam de Christiania está en la rutina musical que se ha creado, y en los peculiares personajes que la frecuentan.
La jam tiene lugar en un bar oscuro y en ocasiones asfixiante, el Christianias Børneteater. Los músicos tocan agolpados sobre un pequeño escenario. Hay muchas sillas (nunca suficientes para la multitud) y una barra. Todo es bastante rústico.
Como ya dije, lo interesante de la jam son sus personajes. Vayamos por orden. Primero viene el Blues Man, un tipo robusto y encanecido que toca la guitarra eléctrica canta como Mark Knopfler (ojo, mi cultura musical es bastante escasa; a excepción de un conocimiento exhaustivo de las discografías de la Penguin Cafe Orchestra y de Mike Oldfield). Toca muchas canciones, entre ellas The road to hell, Route 66, I am your huchi-cuchi man, Unchain my heart, y por último Stand by me, con la que el público, eufórico, se sube por las paredes. Ayer tocó Have you ever seen the rain, que me trae buenos recuerdos.

Al Blues Man le suele acompañar Marcos (?), en mi opinión el mejor músico de la jam. Es un tipo muy bajito que siempre lleva gorro y que toca el piano como nunca he visto a nadie hacerlo. Entra en una especie de éxtasis, se le ponen los ojos en blanco, y sin mirar a nada (ni siquiera a las teclas), toca de maravilla. Cuando acaba la canción vuelve de este trance y saluda al público haciendo un corazón con los dedos. Yo he hablado alguna vez con él, es muy tímido y viene de Costa Rica. A veces toca alguna canción solo, como Sound of silence, Knockin' on heaven's door, Where have all the flowers gone, Come together, Yesterday, Imagine y Let it be; se encienden los mecheros y se me saltan las lágrimas.
El Blues Man vuelve al anonimato de la barra a tomarse sus chupitos, y viene el que canta en español. Éste es un poco pesado porque sus canciones parecen eternas; mas hay que reconocerle el mérito de que es que el más gente consigue subir al escenario a tocar con él. Sus canciones son propias, y repiten hasta la saciedad estribillos pegadizos como como Canta conmigo, Oye no quiero que te vayas, Camino camino camino camino, etcétera. La gente se anima mucho y baila; yo aprovecho para salir un ratito a comprar un trozo de pizza y una galleta buenísima por 20 croner.
Se va el españolito o queda relegado a un segundo plano; y suben los cubanos y los rastafaris a tocar Guajira guantanamera, Get up for your rights y No woman no cry. A veces se forma una auténtica jam, es decir, pura improvisación, pero a mí me acaba hastiando.

Hay más personajes: uno gordo y con bigotito que toca el bajo durante horas sin alterarse lo más mínimo; el del labio gordo, uno de los jefes del cotarro y que a veces canta y toca el bajo (me encanta Fly little wing) y todos nos quedamos boquiabiertos; luego uno que se parece a Woody Allen y toca la batería o, en su defecto, las maracas; el trompetista negro que tiene la capacidad de tocar la trompeta fuertísimo y fumar como un carretero; el camarero que a veces toca la flauta travesera o el saxofón, y el rapero francés. Luego hay algún otro que se cree mejor de lo que es y se sube a cantar o a tocar la batería con poco éxito.
Respecto al público, también está nutrido de personajes peculiares. Hay una esquina que es la esquina de las bailarinas psicodélicas, que son chicas de pelo largo y ropajes airosos que bailan hipnóticas danzas al ritmo de la música. También hay hombres que bailan; uno se parece a Wolff el de Tintín, muy gracioso, todos los domingos al pie del cañón.
Sin embargo, y a pesar de que lo considere un evento lleno de encanto, la jam session también tiene sus sombras: por ejemplo, las pocas veces que he visto a mujeres tocar; el elitismo de algunos músicos y, por último, lo más terrible de todo: el chaquetón que me robaron un día lejano, con bono de transporte incluído. Malas puñalás les den a tós.
De vuelta a Trekroner, nos tuvieron esperando una hora y media dentro del tren en la estación central de Copenhague, porque alguien se había tirado a la vía. Qué final más truculento, macho.

- TREKRONER A LAS DOS DE LA MAÑANA -

1 comentario:

Galería Central dijo...

ejeee....tú q pasa con tu rollo????
no zabemos ná de ti.qno vatené naide que tecoja en el aeropuerto..zo majarón...besos porq aún set kiere algo___auq no muxo(RIZA MARVALDA)...PD: TRAETE COMO 5 KILOS DE GALLETAS CHRISTIANITAS...:)

alé!atomar viento...bess

PABLO Y ANA